jueves, 21 de mayo de 2015

libro Todavía

Todavía
                       Pablo Di Vito





Di Vito, Pablo
    Todavía. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : el autor, 2015.
    42 p. ; 15x21 cm.

    ISBN 978-987-33-7016-8         

    1. Poesía Argentina. I. Título
    CDD A861







©  Pablo Di Vito, 2015

Ilustración de Tapa: María Toninetti

 ISBN 978-987-33-7016-8         

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

Impreso en Imprenta Dorrego S.R.L.
Av. Dorrego 1102, CABA

Impreso en Argentina / Printed in Argentina









Prólogo


Si arrastré por los caminos
esta rabia sin destino
esta noche sin guitarra
esta casa sin madera
sólo quiero que comprendan
el dolor que representa
tanta vida sin su amor.

Si lloré a orilla abierta
entre mesas siempre ajenas
y la luna siempre eterna
me envolvía en su canción
sólo quiero que alguien sepa
que abrazo las madrugadas
y no recuerdo su voz.

Si en el sueño de las luces
me cubrí de pieles frías
y fui golpe lastimando
y fui sal sobre la herida
sólo quiero que alguien venga
a decirme que su vuelo
tendrá retorno algún día.

Y en los ríos caudalosos
que la vida va tejiendo
quiero ser ola violenta
quiero ser viento sin tregua
quiero ser un grito inmenso
y a pesar de horas y días
esperarla, y esperarla, y esperarla
todavía.













Agradecimientos: 

A Pablo Neruda, poeta guía, poeta camino, poeta universo: por la inspiración general del libro

A Baldomero Fernández Moreno, por el poema 7

A Nicolás Guillén y Oliverio Girondo, por el poema 8

A César Vallejo, por el poema 9 y el verso número 22 del poema 18

A Juan Gelman, por el poema 11.

A Jorge Luis Borges, por el poema 12.

Por el poema 18: A Alejandra Pizarnik (verso 22), Litto Nebbia (verso 37), Carlos Barocela (verso 38), Homero Manzi (versos 39 y 40), Maria Elena Walsh (verso 40), Los Piojos (verso 41), Charly García (42 y 43), La Vela Puerca (verso 43), No te Va A Gustar (verso 44), Las Pelotas (verso 44 y 45), Roberto Sánchez “Sandro” (verso 46), Luis Alberto Spinetta (verso 47), Víctor Heredia (verso 48 y 49), Conrado Nalé Roxlo (verso 52)

A Carlos Gardel y Alfredo Le Pera por el Prólogo

A todos ellos, mi agradecimiento y mi homenaje.


                     
 



         1.
Dónde estás que no te veo

Donde estás, que miro
y sólo veo una ventana sucia

olvidado yo en sábanas viejas

Donde estás que estoy apretando los dientes
alzando las uñas
abriéndome la garganta

Inconmovible, la luna me llega en arcadas desde el fondo del cielo,
la agarro con una mano
y la arrojo para despertarte

La agarro con una mano
y la arrojo como una bomba de luz, pero no sé adonde, no sé adonde
si no sé dónde estás
Te amé/ quemo en nombre de ese amor copa levantada a lo más puro que tuve entre 
mis ojos quemo la tinta el papel el aire incluso/ para cantarte más bien para cantarme huérfano de la tarde subida sobre tu paladar en vértigo puro dirigido al abrir al cerrar de las palabras que levantaron manos/ gritos/ todo/ nada/ tanto/ como expresión del testimonio: lo más/ puro que tuve y he de tener

Dónde estás que hace tanto verano
Dónde estás que hay tanto espacio de sobra
alrededor del tronco de los árboles
Dónde estás que no encuentro

las cosas que se cayeron en las orillas
Dónde estás, que no me siento latir
y la oscuridad es tan absoluta
y no amanece en la ciudad

Donde estás que no te veo
no te oigo
no te huelo
no te siento
Si logro dormir, quiero que me mandes una gaviota nocturna, una  roja,                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  una azul, no me importa
Si logro despertar,
quiero encontrar tu dirección bajo la almohada
Tal vez te haga una visita
Tal vez te envíe una carta
Tal vez agarre la luna
y la arroje sobre tu techo
como una bomba de luz encantada



2.

La mujer, en espera, triste, triste, bajo las aguas azuladas.
Crisálida lunar, estómago de la noche.
Luminaria hilandería del acecho.
Oscuro.
Carnoso templo únicamente en sepia.
Sin voz.

Anochece. Al pasar el hombre que vende rosas aflora
el recuerdo de un ancho río lleno de flores, desesperadamente
lleno de flores.
Anochece. Las puertas se van cerrando. Las paredes
como fronteras infinitas separan
este nunca
y
 ese jamás.

Yo, afuera, triste, triste. Los ojos del cielo
se humedecen y mi nombre está mojado.
Acariciado coro de cuerpos
desdibujados sin destino sonoro
entre los destellos metálicos de la multitud.
Solo.
Canción de aguas azuladas bajo el frío,
en espera,
esperando.
               


                   3.

Vine. Vi. Soy derrotado: Calles del desamor.
El atardecer galopando en la ciudad
y las puertas gigantescas.
A tientas en la oscuridad de la casa he llegado
al inodoro: vomitar y vomitar
                         sombras.

Llegado de las calles del desamor
he vomitado sombras sobre toda la porcelana del baño.
Si acaso hubieras estado acá
para decirme: no importa, las estrellas aún mueven el cielo.
La noche tenebrosa me dejó náufrago
contando besos perdidos, caricias encantadas que a las doce del mediodía
han sido golpes sangrientos, nutrición y alimento
de los reflejos remotos del mar.

Apagada
tu luz
no soy más que este ser oscuro
rebotando de cama en cama.
Y en ninguna logro dormir.

Que amanezca, y me despierte y te vea.
El aire vuelva a la boca.

Que amanezca y regrese tu abrazo:
revancha
contra segundos minutos horas días años de las agujas en las pieles de mi
                                                                         cuerpo y en el centro de tu nada,
revancha
contra la tristeza hasta los huesos,
revancha
contra tanto abrazo ajeno.

Las calles del mundo suelen
esconder los latidos del mundo,
hechizados corazones sin derecho a gritar
en el nombre del amor perdido.
Desorientados entre olores nauseabundos.
Acostumbrados a ver los muertos sin ver la sangre.
Temerosos entre tanta escasez y tanta abundancia.
Diminutos entre los destellos, desconcertados, insignificantes, no sabemos
hacia dónde, dónde. Acá no estás. Allá
no estás. Allá no estás.

Conjurada la noche he sabido
que la letra no es cuerpo, que la memoria no toca, no sabe dar calor.
Invisibles casi entre las luces sin tiempo
acaso no sabré
despertar y oírte decir: las calles de la ciudad
están oliendo a café.





4.


Ruedas del tiempo
ruedas del tiempo que giran y tu
sombra ella tu sombra que regresa a interrogar
sobre la muerte y algún otro sonido. Oscura música
que clama la ansiedad: alguien fija la vista en un par de
zapatillas miserables, también está ese silencio que habita
 en nuestros trenes, traqueteos, chocolates, agendas, sirenas
que anuncian el arribo, andenes despoblados, oscuridad,
semáforos, cartoneros, camioneros, policías, bares, llaves,
luces de la noche, la búsqueda sobre el papel del diario,
 las manchas de una habitación sin voces, ella tu sombra
que urge desde tu pasado de esperanza. Ruedas
 del tiempo que giran y súbitamente
detienen en tu nombre.




        5.

Todo muere y sin embargo aún esa puerta verde
se abre y sale una tarde de sol. Y allá a lo lejos
 vengo con ojos asombrados
de la mano de una mujer de ojos muy nublados.
Alumbrados cuerpos alumbrados
en el resplandor de las palabras del después. Exploré el viento
sin ella  y ella  sin embargo  
en todos los vientos está tatuada, en todos los fuegos.

Mujer cartera azul. Chico remera roja.
Alumbrados cuerpos difuminados
en la luz de la ciudad del ayer
que alguna vez respiré. Y hoy esta letra muerta, cadena de sílabas y
                                                                                                          acentos,
cárcel de la que no saldrá la memoria.

No hay rastros en mi cuerpo
de aquella luz distante,
aquella ráfaga de sonidos, color, olor, manos tomadas
y ventanas atestiguando acerca del amor.
No hay rastros de ella y sin embargo ella
en todas las risas está latiendo, en todas las guitarras.


                                    


 6.

Silenciosos vagones, silencio, mujer, ausencia, adiós sin palabras ternuras,
hacia el corazón de la noche
un tren sin ventanas destino a las estaciones del mar, 

a ella, la hermosa amante de las  primaveras insepultas, la encontré después
 en un sueño de invierno, me abrazaba
para siempre,
abrigo amarillo, bufanda de lana, abrir eternamente la mirada,
abrir los ojos entre estas paredes, entre estas paredes el ancla del viento,
desde lejos
alguien pregunta: “¿Te acordás? ¿Te acordás?”.
¿Te acordás? Las manos alargadas, las manos, alejadas, llorar en el cuerpo
las manos amadas, entre estas paredes el ancla del viento,
levantarse, incendiar cortinas y placares, convertir en gaviotas de vidrio
 la complicidad de las ventanas. Y las orillas del agua entre estas
 paredes, y el ancla del viento,
y un hombre mirando, y un tren que flota en el corazón de la noche.





                                   7.

Hace 37 años, 37 años, 37 años.
Hace 37 años, hace 37 x 365.
Hace 13.505 días.

Y qué hacer con tanto cálculo.
Y qué hacer con tanto número.
Y qué hacer con tanto abismo.

En las ventanas del barrio duermen los setenta
balcones arrullados por ninguna flor.
Hay muchas lámparas apagadas:
hemos olvidado qué decían al surcar los mediodías del mundo.

Tu última fecha: 17-7-77
Cumplo un 27, una de mis hijas nació un 7, mi abuela murió un 17.
Mi dirección empieza con 77.
Mi número de documento: 23.627.777

Y siete son los jinetes del Apocalipsis
que vendrán a nuestras puertas llorando hielo
a juzgar si hemos sabido
llorar en el nombre del amor.
Y con manos temblorosas y ojos atormentados
se alzarán sobre la multitud y preguntarán con voz de trueno Quién
Quién ha osado
no ser Profeta en el nombre del amor, y yo,
yo recordaré, por fin, podré recordar tus ojos
reflejando el candor de las lámparas
y acunados por el canto
de setenta balcones en flor.





   8.

Ma, ma ma malabambé
madre mé
ma ma madre bé
pecho mé humo de
no che sin mé meleben bembé
sin mé.

En eterna juventud
ma bambé
ay, la noche eter
sin mé, ay mambé
sin cuerpo sin voz sin mambé,
ay mambé.

Tantas horas derretidas
ma ma mi me bembé,
luz y olores durmiendo
en ese infinito sin mé
ma ma madre ma me ma ma ma
meleben bembé.

Bembé. Bembé. Heridas en sol mayor
y luna bemol lastimado te
lastimado mé
lastimado de sin mé sin sé sin re cor dé. Bembé!

Bembé! Bembé! Meleben, membé!
Ay, mambé.

La tumba sin cuerpo
la noche sin mé.
Sin mé!
Madre mamá mambé!
Bembé!
Mambé!





9.

El tráfico del mundo cotidiano
escribe canciones luminosas que se evaporan entre tanto  brillo.
Que será de mí, sin la luz de tu mirada.
Voy andando el día, y en una vidriera cualquiera un viento
extrañamente oscuro
me adormece la piel. Sería
hermoso
dormir a lo largo del cielo, húmedo entre gotas perdidas de miel,
y acariciarte la mejilla y decirte
Vamos a casa, mamá,
Vamos a casa.

Sólo tu frazada puede ahuyentar a la oscuridad.
Sólo estar en casa puede quitarme el frío.
Castrado de hogar
el cuerpo aprendió tan solamente
el lenguaje feroz del hielo. Las noches
en que navego sobre el cuerpo de una mujer hacia los puertos del trueno
veo, a lo lejos, aquellos escondites horizontales
de las mariposas blancas de la eternidad.
Andando la madrugada entre semáforos y calles vacías
soy impotente
para imaginar el destino incierto de mis ojos:
dónde dormiré
si tus manos no están para cubrirme
y el recuerdo de tu canto
es puro silencio.

Hacia qué techos fugará mi luna
cuando se ha quedado sin canciones de infancia,
la miseria de amor, la noche a oscuras.
                                                 
                                        


 10.

Para tomar un café.
Para buscar tu mirada.
Para reír en la primavera.
Para descubrir las esquinas.
Para danzar entre hojas secas.
Para abrazarte en las navidades.
Para arrumacarme en tus manos.
Para saber del amor sin márgenes.
Para jugar a me escondo y aparezco.
Para escribir tantas palabras prohibidas,
para decir tantas, tantas, palabras negadas.
Para marcar un número y que atiendas el teléfono.
Para darte una guitarra que haya sido amante del cielo.
Para convertir mis pesadillas en mariposas de papel glacé.
Para volar a tu pecho en las noches negras de la lluvia.
Para darte un regalo  el tercer domingo de octubre.
Para que los toboganes me susurren recuerdos.
Para que las estrellas se enciendan en el cielo.
Para que el invierno ya no sople en mi jardín.
Para perseguir al viento y gritarle al mundo.
Para el beso del chocolate con vainillas.
Para acariciar mis gritos y mis latidos.
Para ponerme una curita en la rodilla.
Para aprender a cantar en voz alta.
Para dibujar tu nombre en mi boca.
Para decirme No tengas miedo.
Para el cuento del tiempo feliz.
Para ir juntos a la panadería.
Para caminar por la vereda.
Para detener a la muerte
el día que intente cruzar
los puentes del mar azul

aún te necesito.

    



11.



 imaginando y dibujando muertes desde el centro de una oceánica lluvia
            enfurecida, cubrí de nombres huidizos el gran vacío donde
     todas las letras  se apagan. Hay un nombre primero,
           primordial, en perpetua fuga y tengo manos
   pequeñas para girar como campana
      que anuncia adioses y regresos.
                                          Buques de la humedad,
                golpes de asfalto,
       incendiarias
          estrellas
            como
         mariposas
      gigantescas y
            violentas levantadas
         contra el dolor del sueño,
                                    patios de baile feliz, cigarrillos o
                       lámparas que durante un segundo alumbran
                la eternidad del día, este mundo que se convierte en
          universo balbucea de frío, este hombre que se convierte en
      mundo tiembla y grita. Eternamente gritamos eternos gritos que
se apagan, no somos más que esa sucesión de gargantas abiertas, apenas   


susurros, sonidos,  destellos,  apenas
aprendices del olvido.

Apenas Navegantes del amor.




12.

Alzado en pájaros nacidos del silencio de la noche
alcé los ojos al cielo de mil lluvias
y vi entre sombras sin tiempo
dibujarse las sombras del golpe y el dolor. Vi los ojos
de dios tan torturados, y los ojos de los torturados
diciendo adiós.
Vi las lágrimas del río, vi las heridas del agua, vi ladrillos y bloques de
cemento,
vi el reflejo de aviones que dolorosamente laceraban el cielo del atardecer. Vi un cuerpo naufragando, otro, otro, otro más, silenciosamente, vi sus memorias fosforesciendo bajo la ola y apagándose poco a poco, vi una rosa acuática y peces multicolores con dentaduras feroces, vi las bocas del mar cercano, vi, más lejos, el manto luminoso e infinito de las luces de la ciudad golpeada, como un río aún más inmemorial que aquel que alumbran. Vi multitudes poblando las avenidas, vi gritos, banderas, dolores insepultos, vi crucifijos y crucificadores que bendecían los clavos de la cruz, vi siluetas difuminando los contornos del invierno. Vi tráficos y manos y mediodías en soledad. Vi un libro erigido en recuerdo único. Vi una fotografía, en blanco y negro, que eternizó nuestras manos tomadas. Vi en esa fotografía, en el brillo desolado de nuestras miradas, la destinación de la ausencia, el desgarro sin retorno. Vi teléfonos que sonaban con insistencia aunque nadie contestaba. Vi madrugadas y amaneceres consagrados a la repetición de un nombre, vi la sed que no aplaca el agua, vi una sombra blasfemando contra una esquina, vi un cuerpo derrumbándose contra los espejos, vi la tristeza extendiéndose como una mancha de tinta, vi la tristeza inundando estas paredes, estas puertas, toda la ciudad.
En esta ciudad amaron los que hoy me faltan. Muchas matanzas hubo aquí. Y muchas palabras que acariciaron a las hachas de los verdugos.
En esta ciudad ella y yo nos tomamos de la mano frente a una vieja cámara fotográfica. La amé con la fuerza de lo interminable. Nuestra despedida fue brutal y eterna como el río que, desde entonces, arrulla sus penas.

                                                           



13


Estoy  sentado  sobre una vieja silla,  celebrando  el dolor innumerable  de vivir ajeno  a tu  nombre por siempre. Y en esta fiesta de  rincones y gritos de la muerte, las otras voces flotan en  el aire cual promesas de cantos legendarios levantadas sobre el  agua de tu fuga. El sabor de tu savia, el rumor de tu sombra, ya olvidados,  cenizas al viento de la tarde,  cruces  que los pájaros van haciendo  sobre los techos espaciosos y moribundos de la  fosforescencia   crepuscular.  La  voz  del   cielo  se  abre                                                                   paso para  decir

la vida está tan lejos.
 Cuánto de latido a la distancia quedará bajo
los árboles. Cuánto de latido en la penumbra habré de buscar aún.
                       




    14.

Un rostro en la niebla, el tallar de maderas destinadas al río,
el besar en la lluvia pero besar sin destino.
El huir de las chimeneas, el porqué, el dónde,
el cuándo de mis escapes hacia ningún lugar.

La noche es oscura, hay tantas voces, tantas luces, pero la noche
es oscura, te recuerdo y no quiero nombrarte,
ya no quiero, y un grito más, uno más,
sedimenta en mis tímpanos y mis encías,
y son tantas personas y tantos rituales
y tantos rostros
pero estoy solo
y no te nombro,
y quisiera ser colosal ave titánica en el romper
de los cristales del viento y…
y a mi alrededor hay tantas palabras
y dentro de mí hay tanto silencio… Guardarás
como un secreto que se fue tras de tus pasos guardarás todavía
mi primer
palabra,
Quiénes,
quiénes son estas personas, a mi SANGRE
la dejé, bandera, unicornio,
atardecer violento, la dejé toda
en el huir sin fin de tus ojos: Yo
aún
tengo el resplandor de aquel día terrible.

Mi risa, mi voz, mis palabras propias y ajenas y hay
tantas voces diciendo las mismas cosas,
tantas voces
pero mi canción es de soledad
en esta hora empozada,
y te recuerdo, emocionado, con ganas de gritar,
intenso, con ganas de volar,
más allá del tiempo
te recuerdo
mas no te nombro,
y la noche no te nombra, y las
gaviotas
de la noche, blancas todavía,
no te nombran. 







15.

Lo único real
es el deseo de dormir días enteros. Sueños
del serás bajo el sol, llantos de vientos nuevos y
rostros del pasado.
Lo único eterno es el olor a fritura, sudor, los ceniceros
con su manto de ceniza, los platos sucios, la inclinación del espejo del baño reflejando la cara al mojarse bajo la canilla alimentada por las cañerías y el tiempo.
A una hora incierta
suenan las campanas de la ciudad
quién sabe si llamando a personas, pájaros nocturnos o nocturnas mariposas, aunque
es seguro que la palabra campanario no sabe sino volar.

(Hace unos días apenas corrí locamente por la costa del mar imaginando que no existían las paredes blancas donde van a morir las plegarias del atardecer. Abría furiosos los brazos. Las gaviotas me seguían. El mar desafiando al cielo. Las convulsiones de las ciudades lejanas convertidas en ángeles sedientos  de vodka que aún borrachos arrullan el sueño del niño dormido y el sueño de amor y refugio de todos los niños del mundo)

Vientos eléctricos y un gesto de años atrás asaltan la tarde: la vida se fue
sin que yo haya sabido hacer volar de mí a esos pájaros
que gritan en mi ojos
 (Ni aullar ni suplicar ni decir te quiero ni castigar ni rey súbdito tuerto peregrino mensajero mortal intemporal insuperable impiadoso profeta perro gato dios lluvioso llave ventana papagayo paloma pájaro ni suicida ni contar los minutos por fin
por fin
mía)

Sólo se vive una vez y nunca es suficiente.
Pero en el canto de los escorpiones ocultos y los espejos escondidos
brillan las palabras nunca nacidas.

Son ésas las palabras que, desnudadas aquí sobre la mesa,
la lámpara que cuelga
va alumbrando: tejidas, acariciadas, besadas, moldeadas, manoseadas,
y maniatadas y estacadas y golpeadas y pateadas y violadas y
torturadas y destrozadas y exterminadas y derrotadas

éstas, las palabras que no saben nombrar tanta lejanía.
Lo único verdadero
es hundir el cuerpo en ellas hasta llenarlas de olor
a párpados, a sol y  agua,
y a vientos alzados
y a jardines de luz florecidos
en los campanarios de la oscuridad.






16.

Hay un río de años
fluyendo entre los dos,
un olor de mi infancia,
un secreto de amor.

Cada invierno me acerco hasta el crepúsculo
y pregunto por ella a todos los viajeros. Si usted la vio,
si usted la vio, si usted vio a alguien que la vio.
Y las roldanas de la ciudad siguen
girando
indiferentes a tantas preguntas pendientes.

La voz transformada en mariposa
hace nido en los huecos de la cama, en las cuevas del viento, en los regazos
          del mar.

Hay un río de años
fluyendo sin amor,
un olor de penumbras,
un secreto del sol.

En el fondo de un sueño imaginé todos los rostros del destino
mas ella no estaba, y alcé mis ojos hacia el camino de luces
mas todas las ventanas siguieron negando su nombre.
Mil uno, mil dos, mil veinte, soy aún
ése que espera horas enteras, sentado,
custodiando el final de la calle.


Hay un río de infancia
fluyendo desde el sol,
un olor de esos años.
Un secreto de amor.





    17.

Porque nadie hay detrás de la puerta,
................................
los que debían estar
acá
en el después de las cerraduras, picaportes, golpe metálico moviendo las tazas /
la que alguno de nosotros nombraría, pero en el sitio del nombre un                    
................................
el que alguno de nosotros nombraría, pero sólo un  
................................

Morían: no había adiós pero había fusiles,
ni había lágrima pero había oleaje, bolsas mojadas,
agua marrón: 

murieron

calesita, cancha de fútbol, adiós hasta mañana, sopa

en

la cual beber los sueños de las dulces noches. Y se
hundían: no era grito, ah, no era grito era piedras
casi quieto en lo profundo, reflejo,
distancia. Y entretanto

este

hombre y aquella buena mujer comprando corbatas. Callaban
un lugar tras otro huérfano de la espera: la calle, el

país,

el barrio, la estación de tren. Y unos ojos bajo la lluvia, alertas,
como tantos otros: como tantos otros. 
                                    





                                              18.

Mamá: se apagó el cielo y salió la luna en su barca
Mamá: la soledad voló hasta convertirse en palabras  solitarias
Mamá: la luz de la ciudad es una ciénaga sin ojos
Mamá: la muerte es una pared de nombres infinitos
Mamá: un insomnio tras otro
Mamá: yo, extranjero de todas las casas, errante, exiliado de las copas
Mamá: el mundo está encadenado
Mamá: Dios está arrodillado, manos en la cabeza, fusil en la nuca
Mamá: lo fusilaron, lo fusilaron
Mamá: Dios en una camilla, de manos y pies atado, tres tubos en las venas
Mamá: lo ejecutaron, lo ejecutaron
Mamá: bajo los techos hay estufas de kerosén y silencios milenarios
Mamá: el cuerpo

            el cuerpo arrastra cicatrices de lo que no quisimos ser

Mamá: tantos atardeceres perdidos
Mamá: los golpes del miedo en la mirada
Mamá: los destellos del fuego nunca van hacia un único lugar
Mamá: el corazón es un fugitivo infinito
Mamá: en algún punto del recorrido está nuestra estación; el tren ha de
       seguir
Mamá: la memoria es la más hermosa ilusión del olvido
Mamá: las multitudes del mediodía lloran secretamente por sus ausentes
Mamá: confundir semen con llanto
Mamá: lastimé a las mujeres que amé; no supe pedir perdón

Mamá: servida la orfandad sobre la mesa, me han dolido estos cuchillos en  
             todo el paladar
Mamá: hay sangre en el mar, hay sangre en el mar
Mamá: el dolor no detiene las horas 
Mamá: los documentos se están devorando los sonidos de la vida
Mamá: la lejanía del trueno se dilata hasta lastimar las puertas
Mamá: dormir hasta la victoria del sueño
Mamá: el silencio

            el silencio deja oír los estremecimientos del laberinto

Mamá: las cárceles están gritando. Quién escuchará
Mamá: ayer se manifestaron los seguidores de la sed
Mamá: el ladrido de los perros
Mamá: la culpa fue coronada reina de la habitación
Mamá: el miedo, emperador de los continentes
Mamá: los amigos son murallas que acarician
Mamá: cuando amanece, las promesas son el pueblo del porvenir
Mamá: en mi almanaque hay una fecha vacía
              y el faro al sur es una estrella rota,
              cansa tanto escuchar ese rumor
              de la lluvia de un país entre sueños quizás perdido;
              yo necesito un abrigo que en esta tierra hace frío
              y me pesa el hambre de esperar, quién me dará algo
             para fumar: mi lado oscuro vuelve a arremeter y no me deja en paz,
              llevo más de dos intentos y no me puedo curar, cabalgué por el
              hielo, ay que el destino no hace acuerdos, cabalgué por el hielo
              y un tropel de fantasmas me azotan la noche
Mamá: no queda más que viento, no queda más que viento
Mamá: sólo quiero

sólo quiero un beso tibio de la vida

Mamá: cada vez que escucho una canción, te extraño
Mamá: las pestañas de mis hijas son rastros de tu paso.
Mamá: el bosque se duerme y sueña con nosotros, el río canta a los
   sueños.
Mamá: que nunca más se me muera nadie.
Mamá: pienso en los hombres y mujeres que, innumerables,
                                                           desde los principios del tiempo
                                                           tuvieron amor en el cuerpo.
Mamá: pienso en eso. Y te extraño.







        19.
                                      Cerrar los
                            ojos  y torbellinos de
                       tacto el mundo girando en
                          flor y la ausente única
                                   es la lejanía,
                                           los
        ojos de la ciudad  se olvidan de enarbolar
                                      cuerpos
                                    imposibles
                                                     Y la luna
                                                         nos
                                                    conmueve
                                                 con canciones
                                            de amor y nosotros,
                                             impávidos ante tan
                                                larga eternidad,
                             simplemente                   escuchamos




20.

Hace ya mucho tiempo,  una noche como tantas
me abrazaste contra tu pecho y me fuiste lentamente arrullando, hamacando canciones y me hablaste hasta que me quedé dormido. Dormíamos en un colchón chiquito, en el piso, había otras personas en la habitación que también fugaban del largo brazo de la muerte entronizada. Tenías miedo pero yo estaba tan abrigado por tus brazos. Hoy puedo imaginar que debe haber sido tan difícil para vos. Seguramente, en el lento compás de la noche, me mirabas y pensabas en que vos eras todo lo que yo tenía en el mundo, nos íbamos escapando de un lugar a otro y yo no tenía barrio ni amigos ni escuela ni familiares cotidianos. Vos eras todo mi mundo; yo era feliz. Y después nos subimos a un micro y entonces los tipos entraron con armas y te agarraron de los pelos y vos gritabas
Déjenme darle un beso a mi hijo
y no te dejaron
y yo era chiquito para defenderte, ni hablar pude, me quedé
inmóvil y vos gritabas y me alargabas las manos y
y te llevaron para siempre.
No pude defenderte.

Y ahora que lo pienso, daría todo por volver a esa noche y descubrir
de nuevo el olor de tu abrazo y abrir los ojos y decirte
Dame muchos besos, mamá,
Dame muchos besos que sin tus besos
me duele eternamente el corazón.






La canción enamorada



Anclada en los espejos de la memoria
yo, tu madre,
quiero confesarte el porqué de tantas cosas:

he faltado a tu primer día de escuela, tu primer libro,
tu primer amor. He faltado en la desolación de tu noche.

No he sabido, en verdad,
cruzar las fronteras infinitas que me separan de tu voz.
Las paredes de tu habitación saben
que las canciones callan al callar la palabra.
A cada hora me nombra tu pecho: apenas si he podido
bailar desnuda entre las ráfagas de pájaros viajeros.

Anhelás el rumor del mar. Extraño tus ojos.
Temés a las arañas. Yo soy la distancia.

He buscado la forma de destejer
las telas del nunca y llegar hasta tu café, hablarte del clima, tocarte
otra vez. Entre los cuerpos de la ciudad
vas pidiendo el beso inconcluso de aquel día.

Los atardeceres relumbran sobre el cielo.
Los corazones retumban en la luz.
Las manos se despliegan bajo la lluvia de ceniza.

Y yo no he podido más que soplar sobre las margaritas de tu patio
y hacer más azules tus estrellas
como la mejor forma que he encontrado,
en esta orilla oscura,
de acercarte un  poco de mi amor.